Miquel Ortega

En la historia del arte siempre ha habido ciclos; centrándonos en la música, un arte relativamente joven, hemos asistido ya a períodos de gran simplicidad y a otros de barroquismo considerable, casi siempre alternándose. A la época barroca le siguió la clásica, consecuencia natural producida por la saturación de complicadas obras contrapuntísticas, que dieron paso al estilo galante, y a la simple melodía acompañada. Como nos demostrara Mozart, la simplicidad no está reñida con la calidad. El siglo XX y el inicio del XXI, nos ofrecen un panorama un poco extraño. Desde 1900 hasta nuestros días, ha habido más diversidad de estilos musicales que desde 1500 hasta 1900, prácticamente. Un solo compositor como Stravinsky, pasó por numerosos cambios de estilo a lo largo de su dilatada vida.

Hoy en día conviven dos escuelas opuestas (seguramente muchas más, pero se pueden englobar en dos grandes corrientes); una que es en su totalidad atonal y barroca, por recargada, y otra de gran transparencia y de vuelta a la tonalidad e incluso a la modalidad. En ocasiones, esta 2ª escuela no excluye la atonalidad, pero tratada de un modo ostensiblemente distinto. Poulenc dijo que pretendía escribir las menos notas posibles, adscribiéndose así a un retorno a la simplicidad. Los minimalistas de hoy están en este extremo, y sin entrar a cuestionar su calidad, parece que son más del agrado del público (a quien en definitiva va dirigida la música) que los que se mantienen en la atonalidad sin concesiones.
Yuri Chugúyev nos muestra en su "ECUMENICON" estar cerca de los minimalistas sin llegar a serlo totalmente. Su mundo sonoro es tonal y modal, simple y primitivo, y debe considerarse esto como un elogio. Su estilo es claro y directo; su dominio de la percusión hace que en sus obras, el componente rítmico sea muy importante, y la variedad de métricas, de compases de amalgama (los que combinan elementos binarios y ternarios) dan un atractivo añadido a sus motivos, simples en apariencia.

Cabe destacar en "ECUMENICON" la inventiva de Chugúyev, que hace de la economía de medios una gran virtud. Esto lo ha absorbido de los grandes maestros, de compositores como Mozart, Verdi o Britten, por nombrar a tres grandes de los siglos XVIII, XIX y XX respectivamente, que entre otros, destacan por esta característica. Encontramos en esta obra pasajes "a capella" del coro, completo o por secciones, pasajes instrumentales (con sólo tres ejecutantes de percusión) solos de de gran colorido, con un hábil uso de los distintos instrumentos, pasando de momentos melódicos a cargo de lira, vibráfono, marimba y xilófono (instrumentos de sonido determinado) a otros puramente rítmicos, con toda la variedad disponible de accesorios de sonido indeterminado.

El coro es tratado también con esta dualidad de momentos líricos, combinados con otros de gran energía, en los que emerge el primitivismo del que hablábamos, acentuado por el uso de cuartas y quintas consecutivas.

"ECUMENICON" es una obra religiosa que fácilmente puede pasar a ocupar un lugar en el repertorio de los albores del siglo XXI.

Miquel Ortega
Compositor, director de orquesta y pianista.

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